No deja de sorprender que sus cuentos nada tengan que ver con el deporte, pero lo cierto es que Enzo Armando de deportes sabe poco y nada, así que no es algo en lo que valga la pena detenerse. Hay quienes dicen, atinadamente, que debió cambiarse de apodo. Pero Enzo Armando tampoco masca vidrio y se lo dejó como estrategia para aprovecharse de las mieles de su (nulo) reconocimiento popular.
Una ópera prima del autor que ni suena a ópera ni esta tan buena como tu prima. Si logra destronar al WhatsApp en una próxima visita al trono, sentiremos la satisfacción del deber cumplido.