«Cuando me echaron y me fui, como un perro, no sabía qué me esperaba, pero sabía que no sería la hija pródiga.»
La narradora de estas estampitas invoca sus propias fuerzas, reconstruyendo en el sonido de cada palabra las imágenes de su paisaje gótico emocional. El recuerdo llega en esta, la primera novela de Rocío Medina, como las ramas que trae la crecida. Entre animales de campo, caballerías y la violencia intrínseca a la vida rural, aparecen alas de ángel, ceremonias de iniciación, niñas transportando velas en un colegio católico y cerditos de goma eva.
Si la parábola del hijo pródigo nos enseña que el arrepentimiento es salvación, Rocío nos muestra el camino al que lleva asumir el riesgo de perderse, despertar a tiempo y preferir comer entre los chanchos.