Encarar un tema tan difícil con la serenidad académica y profundidad de pensamiento con lo que hace Juan Pedro Arocena es absolutamente destacable y merece todo el reconocimiento por su original aporte.
Pero sin perjuicio de esto, la obra también tiene otras dos virtudes que no pueden obviarse. Es una obra valiente como su autor, que en este mundo de tibios no teme decir su verdad fundada. Y además es de lectura atrapante, con una voz narrativa que conduce al lector desde los conocimientos más elementales -y necesarios para entender- a los más profundos que componen este drama. Y digo drama porque solo como tragedia pueden definirse las consecuencias del devenir histórico de la obra de Antonio Gramsci y el marxismo global, regional y el local.