En Todo rojo el paso de la ficción a la realidad puede ser algo tan común y siniestro como una boca de tormenta que nos evoca a Cortázar. Hay vértigos inmóviles, héroes anodinos, muertes angustiosas, calles con fantasmas, descripciones que hielan la sangre, personajes enterrados boca abajo, obreros que todavía golpean el yunque, mujeres que se deslizan por la vida clandestina de una dictadura.
En este libro, que se lee de un tirón sofocante y dulce, hay una tiranía, aunque la trama corre doble o triple por planos que en ocasiones se alejan y a veces se mezclan con furia. Todo rojo es el magnífico título para una historia en la que los demás colores son apenas pálidos remedos de aquel ardor combativo de los comunistas uruguayos del siglo pasado. Ascua que todavía quema.